Dejar tu país para empezar de nuevo: la fortaleza psicológica del migrante

Emigrar no es solo cambiar de lugar; es dejar atrás una vida entera para apostar por otra. Para quienes migran, la experiencia puede estar llena de esperanza, pero también de miedo, pérdida e incertidumbre. ¿Qué ocurre psicológicamente cuando alguien toma la difícil decisión de dejar su tierra? ¿Qué mecanismos emocionales entran en juego?

En este artículo, exploramos el impacto psicológico de la migración desde la perspectiva de quien parte: sus miedos, expectativas y el enorme esfuerzo interno que supone no dejarse vencer por el desaliento.

Hablamos de la fortaleza psicológica del migrante.

La decisión de migrar: una ruptura emocional profunda

Migrar implica una elección muchas veces dolorosa. Para muchos, no es tanto una decisión como una necesidad. Conflictos sociales, falta de oportunidades, violencia o simplemente el deseo de un futuro mejor empujan a miles de personas a dejar su hogar. Pero más allá de las causas, el hecho en sí marca una ruptura emocional.

La migración es una forma de duelo. Se pierde el entorno conocido, los afectos cercanos, las costumbres y hasta la lengua. Este proceso se asemeja al duelo por pérdida simbólica, según la psicología. Elisabeth Kübler-Ross hablaba de fases como negación, ira, tristeza, negociación y aceptación: muchas de ellas se viven también en la experiencia migrante.

“Es como arrancarte de un suelo donde creciste y replantarte en otra tierra, con otra luz, otro clima, sin saber si echarás raíces.” — Testimonio de una migrante ecuatoriana en España.

Miedos que acompañan la maleta

El miedo es uno de los compañeros invisibles del migrante. El miedo a fracasar, a no encontrar trabajo, a no ser aceptado, a que los hijos no se adapten, a perder la identidad… Todos estos temores activan un estado constante de alerta y estrés.

La ansiedad anticipatoria es frecuente: imaginar constantemente los peores escenarios y vivir con la sensación de que «algo malo puede pasar». Esta forma de ansiedad puede desgastar emocionalmente si no se maneja adecuadamente.

Un estudio de la American Psychological Association (APA) mostró que las personas migrantes tienen tasas elevadas de estrés crónico, especialmente durante los primeros dos años de residencia en el nuevo país (APA Migration & Stress).

Expectativas frente a la realidad: el choque cultural

El migrante suele llevar consigo grandes expectativas: seguridad, prosperidad, libertad. Sin embargo, la realidad muchas veces es distinta. Lo que se vive puede incluir discriminación, precariedad laboral, soledad y burocracia deshumanizante.

Este desencuentro entre expectativas e impacto real es una fuente común de frustración. A esto se suma el choque cultural, definido como el desconcierto o incomodidad al enfrentarse a normas sociales diferentes. Pequeños detalles —como el tono de voz, los horarios o la distancia interpersonal— pueden generar un sentimiento constante de «estar fuera de lugar».

La psicóloga intercultural Geert Hofstede destacó cómo las diferencias culturales influyen en el bienestar del individuo y en su capacidad de adaptación. Adaptarse requiere tiempo, flexibilidad y resiliencia.

¿Y si no puedo más? El riesgo de caer en el desaliento

A lo largo del proceso migratorio, es normal atravesar momentos de agotamiento emocional, tristeza profunda o desesperanza. En muchos casos, aparecen síntomas de depresión reactiva, una forma de depresión que surge tras una experiencia vital difícil.

Aquí aparece un concepto crucial: la resiliencia, es decir, la capacidad de adaptarse a situaciones adversas sin romperse por dentro. La resiliencia migrante implica tolerar la incertidumbre, gestionar el dolor de la pérdida y reconstruir un nuevo sentido de pertenencia. Es la fortaleza psicológica del migrante.

El psicólogo Martin Seligman, conocido por su teoría del optimismo aprendido, demostró que las personas pueden entrenarse para resistir la indefensión aprendida (sentirse incapaz ante los fracasos). Este enfoque es clave para sostener la motivación en contextos adversos como el de la migración.

Claves para sostenerse psicológicamente en el proceso migrante, la fortaleza psicológica del migrante

Afrontar la migración no debería hacerse en soledad. Contar con recursos internos y externos es fundamental. Aquí algunas herramientas psicológicas útiles:

  • Redes de apoyo: Construir nuevas relaciones y mantener vínculos con seres queridos a distancia.
  • Validar las emociones: Es normal sentir tristeza, rabia, nostalgia o miedo. Reconocerlas es el primer paso para gestionarlas.
  • Rutinas y objetivos: Establecer una estructura diaria ayuda a reducir la incertidumbre y recuperar el control.
  • Buscar ayuda profesional: La terapia psicológica puede ser clave para gestionar el duelo migratorio, la ansiedad o la depresión.

Además, muchos municipios y ONG ofrecen servicios de acompañamiento psicológico gratuito o a bajo coste para personas migrantes.

Una fortaleza silenciosa

La migración requiere una enorme fortaleza interna, aunque no siempre sea visible. Quien migra sostiene consigo no solo una mochila física, sino también una emocional: llena de recuerdos, miedos, esperanzas y heridas. Reconocer este esfuerzo es también una forma de dignificar su historia de mostrar la fortaleza psicológica del migrante.


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Sobre el autor de este artículo

Javier Barreiro Santamarta es Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca, Psicólogo General Sanitario en Salamanca colegiado nº CL-3735. Máster en Psicología Clínica cognitivo-conductual, Máster en Terapia Breve Centrada en Soluciones y Máster en Recursos Humanos.

Javier Barreiro

Javier Barreiro Santamarta es Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca, Psicólogo General Sanitario en Salamanca colegiado nº CL-3735. Máster en Psicología Clínica cognitivo-conductual, Máster en Terapia Breve Centrada en Soluciones y Máster en Recursos Humanos.

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