¿El dinero da la felicidad? Precariedad económica y su impacto en la salud emocional

La eterna pregunta sobre si el dinero da la felicidad sigue generando debate. Aunque los estudios demuestran que tener ingresos elevados no garantiza una vida plena, la realidad es que la precariedad económica y la falta de recursos sí pueden generar sufrimiento psicológico. La inseguridad vital —no saber si habrá techo, comida o un futuro estable— erosiona profundamente el bienestar emocional.

Personas sin hogar: la herida de la exclusión

Quienes viven en situación de calle no solo enfrentan la falta de un hogar, sino también la pérdida de referentes emocionales y sociales.

  • La inseguridad constante genera altos niveles de ansiedad.
  • El aislamiento social impacta en la autoestima y en la percepción de valía personal.
  • La carencia material se traduce en carencias afectivas: cuando no hay un lugar seguro, el sentido de pertenencia se resquebraja.

Estudios de la European Journal of Homelessness señalan que la tasa de depresión en personas sin hogar puede duplicar la de la población general.

Jóvenes y precariedad: la generación de la incertidumbre

Los jóvenes, incluso con estudios superiores, conviven con un mercado laboral inestable, salarios bajos y la imposibilidad de acceder a una vivienda. Esto genera una sensación de “futuro robado”.

  • Estrés crónico: por no poder planificar proyectos vitales (independencia, familia, estabilidad).
  • Comparación social: redes que muestran estilos de vida inalcanzables aumentan la frustración.
  • Desgaste emocional: la precariedad prolongada mina la motivación y puede derivar en apatía o síntomas depresivos.

La psicología organizacional ha documentado cómo la inseguridad laboral aumenta la probabilidad de trastornos de ansiedad y depresión.

Carencias emocionales que parten de carencias económicas

El dinero no compra amor, amistad ni sentido vital, pero la falta de recursos básicos sí condiciona la manera en la que sentimos, nos relacionamos y soñamos con el futuro.

  • Cuando faltan recursos, el cerebro entra en un estado de alerta permanente, afectando la capacidad de disfrutar del presente.
  • La inseguridad vital hace difícil construir vínculos sólidos, ya que las energías se centran en sobrevivir.
  • La precariedad prolongada afecta la autoestima: la persona se percibe como insuficiente o fracasada.

¿Entonces, el dinero da la felicidad?

La conclusión parece clara: el dinero por sí mismo no garantiza plenitud, pero contar con lo necesario para vivir con dignidad es un requisito básico para el bienestar psicológico. En otras palabras, la ausencia de dinero sí genera infelicidad, mientras que su presencia permite cubrir necesidades y abrir espacio para el crecimiento personal, los vínculos y el sentido vital.

Nuestra conclusión

La psicología nos recuerda que la felicidad se construye en múltiples dimensiones: vínculos, proyectos, sentido, disfrute. Pero para que estas florezcan, es imprescindible contar con una base material que ofrezca seguridad. Porque sin ella, la vida emocional queda atrapada en la angustia de la supervivencia.


También te pueden interesar los artículos:


Sobre el autor de este artículo

Javier Barreiro Santamarta es Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca, Psicólogo General Sanitario en Salamanca colegiado nº CL-3735. Máster en Psicología Clínica cognitivo-conductual, Máster en Terapia Breve Centrada en Soluciones y Máster en Recursos Humanos.

Javier Barreiro

Javier Barreiro Santamarta es Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca, Psicólogo General Sanitario en Salamanca colegiado nº CL-3735. Máster en Psicología Clínica cognitivo-conductual, Máster en Terapia Breve Centrada en Soluciones y Máster en Recursos Humanos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *