Cuando el cerebro piensa distinto: comprende las neurodivergencias

Durante años, la psicología ha intentado clasificar, comprender y tratar las diferencias en la manera en que pensamos, sentimos o procesamos el mundo. Hoy, el término neurodivergencia nos invita a cambiar la mirada: ya no se trata de “corregir” lo distinto, sino de entender la diversidad neurológica como una forma más de ser humano.

¿Qué significa ser neurodivergente?

El término neurodivergente surge del movimiento de neurodiversidad, impulsado en los años 90 por la socióloga australiana Judy Singer. Su idea era sencilla y revolucionaria: no todos los cerebros funcionan igual, y eso no es un error, sino una variación natural.
Así como la biodiversidad enriquece los ecosistemas, las neurodivergencias enriquecen la sociedad.

Bajo este paraguas encontramos condiciones como:

  • Trastorno del espectro autista (TEA)
  • Trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH)
  • Dislexia, dispraxia o discalculia
  • Síndrome de Tourette
  • Alta sensibilidad o funcionamiento intelectual alto

Cada una de estas formas de procesar la información tiene su propia manera de percibir, aprender y comunicarse con el mundo.

Del déficit a la diferencia: un cambio de paradigma sobre neurodivergencias

Durante décadas, el enfoque predominante fue patologizar: ver la diferencia como un déficit que debía ser tratado o normalizado. Sin embargo, la mirada neurodiversa propone algo distinto:
No hay un cerebro “correcto” o “incorrecto”, solo maneras diferentes de funcionar.

Este cambio tiene profundas implicaciones éticas y sociales. Implica aceptar que la diversidad cognitiva no es un obstáculo, sino una fuente de innovación, creatividad y sensibilidad.

Por ejemplo, estudios recientes (Armstrong, 2022; Silberman, 2021) muestran que muchas personas neurodivergentes destacan en áreas como la resolución de problemas, la atención a los detalles o la creatividad visual. Sin embargo, estos talentos suelen quedar ocultos por un entorno poco adaptado a sus necesidades.

El cerebro neurodivergente: cómo funciona

Desde la neuropsicología, se ha observado que los cerebros con neurodivergencias presentan diferencias en la conectividad neuronal, la regulación dopaminérgica y los patrones de activación cortical.
Esto no significa que funcionen “peor”, sino que procesan la información de forma distinta.

Por ejemplo:

  • En el TDAH, se ha descrito una hipofuncionalidad del sistema dopaminérgico, lo que influye en la atención sostenida, la motivación y el control de impulsos.
  • En el TEA, estudios de resonancia magnética funcional muestran una hiperconectividad local y una hipoconectividad global, lo que explicaría la capacidad de centrarse intensamente en ciertos intereses y la dificultad en la comunicación social.
  • En la dislexia, las diferencias se encuentran en las áreas temporales y parietales del hemisferio izquierdo, afectando la decodificación fonológica pero potenciando el pensamiento visual y global.

Estos hallazgos respaldan la idea de que no existe un único modo de ser “normal”, sino un amplio espectro de funcionamiento cerebral.

Neurodivergencias y sociedad: la importancia de la inclusión

Aceptar la neurodiversidad implica transformar los entornos educativos, laborales y sociales.
No se trata de “adaptar” al individuo, sino de ajustar el entorno para que cada persona pueda desplegar su potencial.

  • En educación, esto significa ofrecer metodologías flexibles, apoyos sensoriales y comprensión emocional.
  • En el trabajo, fomentar equipos diversos donde cada perfil cognitivo sume.
  • En la vida cotidiana, romper los prejuicios y abandonar etiquetas como “raro”, “vago” o “problemático”.

Porque la inclusión real comienza cuando dejamos de pedir a todos que encajen en el mismo molde.

Ciencia y empatía: un puente necesario

La ciencia puede ayudarnos a entender el funcionamiento del cerebro, pero la empatía nos permite ver a la persona más allá del diagnóstico.
El movimiento por la neurodiversidad no busca negar las dificultades —que son reales y a menudo muy desgastantes—, sino promover la comprensión y el acompañamiento desde el respeto y la validación.

Como señala el psicólogo Thomas Armstrong (2022), “la diferencia no es un error de la naturaleza, sino una expresión de su creatividad”.


Reflexión final: aprender a mirar distinto

Aceptar las neurodivergencias es un acto de madurez social y emocional. Supone entender que no hay una única forma de aprender, sentir o relacionarse con el mundo, y que la verdadera salud mental nace de la autenticidad y el respeto mutuo.

Quizá el reto no sea que las personas neurodivergentes aprendan a adaptarse, sino que el mundo aprenda a comprenderlas.

Conclusión sobre las neurodivergencias

Las neurodivergencias nos invitan a repensar la idea de normalidad. Nos muestran que la mente humana no es un molde, sino un universo plural.
Aceptar esa pluralidad es el primer paso hacia una psicología más humana, inclusiva y consciente.


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Sobre el autor de este artículo

Javier Barreiro Santamarta es Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca, Psicólogo General Sanitario en Salamanca colegiado nº CL-3735. Máster en Psicología Clínica cognitivo-conductual, Máster en Terapia Breve Centrada en Soluciones y Máster en Recursos Humanos.

Javier Barreiro

Javier Barreiro Santamarta es Licenciado en Psicología por la Universidad de Salamanca, Psicólogo General Sanitario en Salamanca colegiado nº CL-3735. Máster en Psicología Clínica cognitivo-conductual, Máster en Terapia Breve Centrada en Soluciones y Máster en Recursos Humanos.

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